-¿Y podría mencionar una obra audiovisual nacional que usted la catalogue como la de mejor fotografía?
Yo creo que el cine nacional desde hace muchos años tiene esa brecha más que cubierta, hablando de un tema técnico, un tema fotográfico. Hay un par de excepciones que se escapan a la regla, obviamente, para el lado más “oscuro”. Pero generalmente yo considero que mis colegas realizan un muy buen trabajo. Sería, a lo mejor, egoísta o un poco altanero de mi parte decir cuál sería la que más me gusta. A mí las películas me gustan y no necesariamente por su fotografía, sino que por lo que me están contando. Yo creo que cuando uno va al cine y se fija en la fotografía de una película es porque la película está muy mal contada. Creo que debe ser un todo: la película me gusta o no me gusta, cuando uno empieza a analizar la fotografía es porque te aburriste en algún momento. Te saliste de la historia. La fotografía tiene que tener el peso de una tarjeta de visita: no pesa nada, pero dice todo. Eso es lo que yo pienso.
-¿Algún director de fotografía internacional que sea su referente?
Yo siempre he admirado a Néstor Almendros. Siempre me gustó el naturalismo que él buscaba tratar de hacer una fotografía tan naturalista que no se nota.
Una vez me pasó una anécdota bien simpática, porque a mí siempre me gustó Almendros, y un día, hace muchos años, tenía que juntarme con una novia, y ella no llegaba. Yo estaba al lado del cine Pedro de Valdivia, compré la segunda, y me metí al final a ver una película sin saber cuál era, porque estaba enojado. Entré, me senté, se apagó la luz y empezó la película. “Billy Bathgate”, se llamaba, “Director de fotografía, Néstor Almendros”, “¡Ah, perfecto!”, me quedé. La vi, salí del cine, abro el diario y decía “Hoy murió Néstor Almendros”. Fue una cosa muy rara que me pasó en la vida, fue fuerte.
Almendros siempre ha sido mi referente, pero también me gusta uno que vino una vez a dar una charla el año pasado, Chapman. Me gusta porque son más o menos parecidos, pero él tiene más parafernalia por ser norteamericano, pero su diseño lumínico, como el de Taxi Driver me gusta mucho. Esa mezcla entre documental cinematográfico me gusta, aunque más los naturalistas que los parafernálicos. De repente una que otra película que tenga parafernalia, porque es de un género, pero me gusta más el cine con buenos fotógrafos, como Kaminski.
-¿Cómo ve el cine nacional?
Está complejo el tema. O sea, nunca vamos a poder competir con los Blockbuster americanos, es una estupidez, tampoco se pretende eso. Si me preguntas si hay un nicho en el cine nacional, yo creo que es poco, que deberíamos habernos agrupado y haber tenido una sala para que se vea cine nacional… eso sería un éxito. Por ejemplo, en el Cine Arte Alameda no está en ninguna encuesta, pero sí tiene una gran convocatoria de público.
Lo que yo creo, es que en Chile se ha tomado mal el tema de la democratización de la imagen: cualquier persona puede tener una cámara y hacer cine. Yo creo que el cine es un oficio, que no por sí mismo se aprende porque sí. Es un oficio que hay que respetar y estudiar.
Creo que el gran problema del cine chileno en estos momentos es la gran cantidad de películas iguales que hay. No voy a dar ningún nombre, porque no tiene sentido, pero todos sabemos de lo que estoy hablando. Puede haber veinte estrenos nacionales, y tú vas a ver las veinte películas iguales… Es una generación nueva del cine y me parece loable que tengan cosas que decir, pero para mí sus películas son todas iguales. Todas se miran el ombligo, no hay un imaginario nacional… ¿qué pasa de Plaza Italia hacia abajo?, por decir algo. El cine sigue siendo muy elitista en este país. No hay una búsqueda, una identidad. Por eso de repente se escapan películas –como esta falsa polémica entre La Nana y la película de Littin-. Si tú me preguntas a mí, la película de Littin (Isla Dawson) tiene más cine que La Nana, en términos dramáticos, ésta no tiene mayor desarrollo. Una cosa no lleva a la otra. En términos de factura, la película de Littin es cine A, La Nana no es factura, no tiene estética, no hay una atmósfera. La película tiene la gracia que trabaja la Catalina Saavedra…
Ése es el problema que tiene el cine nacional. Yo creo que hay una cierta desidia, y no estoy diciendo que cualquier persona no puede hacer cine, pero en el momento en que todas las películas se empiezan a parecer es por una cuestión de un mal entendido dogma, que nunca fue dogma, por lo demás.
Primero hay que aprender a planificar qué es lo que quiero contar, después planificarlo y hacer una película. Si uno pagase una entrada para perderse en mi realidad… Yo quiero que me cuenten un cuento, y que me lo cuenten bien, tanto estéticamente, dramáticamente y artísticamente. Para mí, eso es el cine.
0 comentarios:
Publicar un comentario