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jueves, 13 de mayo de 2010

Una foto no pesa nada, pero dice todo

Entrevista a José Luís Arredondo, director de fotografía


Por José Manuel Bustamante y Karina Mondaca


José Luis Arredondo nunca estudió fotografía, sino que televisión, porque siempre le gustaron las cámaras y también la iluminación. Sin embargo, desde hace ya 20 años que trabaja como Director de Fotografía, luciendo en su currículum películas chilenas como La Niña en la Palomera (1990), Negocio Redondo (2001), Sangre Eterna (2002) y Desde el Corazón (2009), y filmes multinacionales como Johnny Cien Pesos (1993) y el documental I Love Pinochet (2001).


Pero no sólo trabaja en producciones cinematográficas, ya que actualmente se desenvuelve como docente y coordinador de Mención Dirección de Fotografía en la Escuela de Cine de Chile.


-¿Cuànto tiempo lleva trabajando como director de fotografía?

20 Años.

-¿Qué lo motivó a especializarse en el área de la Dirección de fotografía?

¿Qué me motivó? Nada, trabajar en el medio, como asistente de cámara. Siempre me gustaron las cámaras y siempre me gustó la iluminación.


-¿En qué recae, según usted, la importancia de la dirección de fotografía al momento de realizar una obra audiovisual?

Bueno, la fotografía en el cine es la atmósfera de una película. Te permite crear la atmósfera necesaria para el tipo de cuento que uno quiere contar. Una película de acción requiere una atmósfera “x”, si es una película del género comedia tiene otro tipo de fotografía, entonces van absolutamente ligadas con los relatos.

-¿Considera que se puede forjar un director de fotografía sólo con la práctica? ¿o es necesario tener estudios en la materia?

Es que son cosas… no es que vayan ligadas, pero yo creo que la práctica hace bastante porque el fotógrafo (no es una cosa que diga yo, lo dicen varios directores de fotografía famosos)…

La fotografía se hace en la práctica básicamente. Uno tiene una forma de ver el mundo a los 20 años y otra forma totalmente distinta a los 40 años, en que adquieres una manera calmada de ver las cosas. Empiezas a analizar las variaciones y salidas del sol. La puesta de sol, las diferentes etapas lumínicas de las estaciones del año.

O que el sol pega de diferente forma a cómo pega en Cuba, en verano… y todo eso tiene que ver con la experiencia. Ahora, estudiar fotografía siempre es recomendable y necesario, pero una cosa es estudiarlo y otra cosa es aplicarlo. En la práctica, en la praxis, uno va aprendiendo a través de la vida. Por ejemplo, yo estudié, hace muchos años, pero no estudié fotografía, estudié televisión, porque no había escuelas de cine…esto fue hace…treinta años ya.

Y la experiencia me la fueron dando los fierros nomás: trabajar constantemente y hacer películas doblegando a un círculo bastante reducido.

Ahora es mucho más grande, por eso mismo encuentro que es necesaria la práctica del estudio de la fotografía que, si tú me preguntas a mí, se puede aprender en un año…

-La parte más teórica…

La parte teórica. No hay que ser astronauta para ser director de foto. Hay que tener gustos estéticos, pasión por el relato y pasión por lo que uno hace.

-Y en su experiencia, ¿cuál ha sido la situación más adversa para generar aquella atmósfera concreta que exige cada filme?

Vivir en Chile (risas). No, bueno, hay películas y películas, pero siempre filmar en Chile es complejo porque nunca están las condiciones estables, entonces es un desafío también poder lograr una atmósfera con el equipamiento existente. Ahí pueden empezar a fallar otro tipo de problemas: económicos o lo que sea.

Uno tiene que estar dispuesto a poder sobrellevar eso y diseñar la película de acuerdo a lo que hay. Por supuesto, no todas las películas son como uno quisiera o filmar con las condiciones ideales. Yo creo que en nuestro medio se da una o dos veces en la vida que uno pueda decir “cuento con todo y estoy filmando como si estuviera en Hollywood”. Es difícil.

-¿Cómo fue la experiencia de trabajar en una película de género fantástico como “Sangre Eterna”?

Yo lo pasé súper bien filmando esa película…Esto yo siempre lo cuento: yo no era el fotógrafo de esa película. El fotógrafo de esa película era David Grado y por equis motivo terminaron, no sé si peleados o no con Jorge Olguín, pero él se bajó del proyecto y a mí me llamaron cinco días antes de empezar el rodaje.

No estuve en el proceso previo, pero llegué, Jorge (Olguín) me pasó el guión, le hice una propuesta de relatarle como yo veía la obra y después me dediqué a jugar nomás. O sea, entretenido. Si a mí las películas de género me entretuvieron desde siempre. Y yo con Jorge me llevé muy bien, entonces estaba abierto a todo lo que propusiera, o sea por eso lo pasé bien. Porque él me contaba lo que quería y yo le diseñaba lo que teníamos que filmar…

-Tenía más libertad…

Claro. O sea, generalmente en las películas que yo he filmado siempre he tenido la libertad suficiente porque las veces que yo he filmado largometrajes es porque los directores me llaman y quieren filmar conmigo, entonces se genera una suerte de complicidad. El director de foto, en el fondo, lo que tiene que hacer es llevar a cabo el sueño del director. El director me cuenta un cuento y yo sabré técnicamente cómo lo logro.

Entonces tiene que haber una complicidad, digamos, esto no es un cine de industria como el norteamericano, donde el diseñador de producción elige los personajes adecuados. Acá somos amigos, antes que nada. Si me preguntas en cuántos proyectos para el Fondo Audiovisual por año estoy metido, serán cinco o seis proyectos por año. Y uno se mete en eso, en la génesis, en la gestación del proyecto. Ya más adelante se hace más fácil.

-¿Y podría mencionar una obra audiovisual nacional que usted la catalogue como la de mejor fotografía?

Yo creo que el cine nacional desde hace muchos años tiene esa brecha más que cubierta, hablando de un tema técnico, un tema fotográfico. Hay un par de excepciones que se escapan a la regla, obviamente, para el lado más “oscuro”. Pero generalmente yo considero que mis colegas realizan un muy buen trabajo. Sería, a lo mejor, egoísta o un poco altanero de mi parte decir cuál sería la que más me gusta. A mí las películas me gustan y no necesariamente por su fotografía, sino que por lo que me están contando. Yo creo que cuando uno va al cine y se fija en la fotografía de una película es porque la película está muy mal contada. Creo que debe ser un todo: la película me gusta o no me gusta, cuando uno empieza a analizar la fotografía es porque te aburriste en algún momento. Te saliste de la historia. La fotografía tiene que tener el peso de una tarjeta de visita: no pesa nada, pero dice todo. Eso es lo que yo pienso.

-¿Algún director de fotografía internacional que sea su referente?

Yo siempre he admirado a Néstor Almendros. Siempre me gustó el naturalismo que él buscaba tratar de hacer una fotografía tan naturalista que no se nota.

Una vez me pasó una anécdota bien simpática, porque a mí siempre me gustó Almendros, y un día, hace muchos años, tenía que juntarme con una novia, y ella no llegaba. Yo estaba al lado del cine Pedro de Valdivia, compré la segunda, y me metí al final a ver una película sin saber cuál era, porque estaba enojado. Entré, me senté, se apagó la luz y empezó la película. “Billy Bathgate”, se llamaba, “Director de fotografía, Néstor Almendros”, “¡Ah, perfecto!”, me quedé. La vi, salí del cine, abro el diario y decía “Hoy murió Néstor Almendros”. Fue una cosa muy rara que me pasó en la vida, fue fuerte.

Almendros siempre ha sido mi referente, pero también me gusta uno que vino una vez a dar una charla el año pasado, Chapman. Me gusta porque son más o menos parecidos, pero él tiene más parafernalia por ser norteamericano, pero su diseño lumínico, como el de Taxi Driver me gusta mucho. Esa mezcla entre documental cinematográfico me gusta, aunque más los naturalistas que los parafernálicos. De repente una que otra película que tenga parafernalia, porque es de un género, pero me gusta más el cine con buenos fotógrafos, como Kaminski.

-¿Cómo ve el cine nacional?

Está complejo el tema. O sea, nunca vamos a poder competir con los Blockbuster americanos, es una estupidez, tampoco se pretende eso. Si me preguntas si hay un nicho en el cine nacional, yo creo que es poco, que deberíamos habernos agrupado y haber tenido una sala para que se vea cine nacional… eso sería un éxito. Por ejemplo, en el Cine Arte Alameda no está en ninguna encuesta, pero sí tiene una gran convocatoria de público.

Lo que yo creo, es que en Chile se ha tomado mal el tema de la democratización de la imagen: cualquier persona puede tener una cámara y hacer cine. Yo creo que el cine es un oficio, que no por sí mismo se aprende porque sí. Es un oficio que hay que respetar y estudiar.

Creo que el gran problema del cine chileno en estos momentos es la gran cantidad de películas iguales que hay. No voy a dar ningún nombre, porque no tiene sentido, pero todos sabemos de lo que estoy hablando. Puede haber veinte estrenos nacionales, y tú vas a ver las veinte películas iguales… Es una generación nueva del cine y me parece loable que tengan cosas que decir, pero para mí sus películas son todas iguales. Todas se miran el ombligo, no hay un imaginario nacional… ¿qué pasa de Plaza Italia hacia abajo?, por decir algo. El cine sigue siendo muy elitista en este país. No hay una búsqueda, una identidad. Por eso de repente se escapan películas –como esta falsa polémica entre La Nana y la película de Littin-. Si tú me preguntas a mí, la película de Littin (Isla Dawson) tiene más cine que La Nana, en términos dramáticos, ésta no tiene mayor desarrollo. Una cosa no lleva a la otra. En términos de factura, la película de Littin es cine A, La Nana no es factura, no tiene estética, no hay una atmósfera. La película tiene la gracia que trabaja la Catalina Saavedra…

Ése es el problema que tiene el cine nacional. Yo creo que hay una cierta desidia, y no estoy diciendo que cualquier persona no puede hacer cine, pero en el momento en que todas las películas se empiezan a parecer es por una cuestión de un mal entendido dogma, que nunca fue dogma, por lo demás.

Primero hay que aprender a planificar qué es lo que quiero contar, después planificarlo y hacer una película. Si uno pagase una entrada para perderse en mi realidad… Yo quiero que me cuenten un cuento, y que me lo cuenten bien, tanto estéticamente, dramáticamente y artísticamente. Para mí, eso es el cine.

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